Mostrando entradas con la etiqueta Venezuela. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Venezuela. Mostrar todas las entradas

jueves, 11 de septiembre de 2014

Pedro Sánchez, el populismo y la desigualdad.

El flamante Secretario General del PSOE, Pedro Sánchez, concedió ayer su primera entrevista en televisión desde su nombramiento, a la cadena Antena 3. Reconozco que no tuve paciencia para ver la entrevista entera, pero en uno de los momentos de zapping me quedé con una de las frases que pronunció, una de las que hoy se destacan en la propia página web de Antena 3. "El final del populismo es la Venezuela de Chávez" destacan en la web de la cadena privada de televisión (ver en el siguiente vídeo a partir del minuto 0:45).
  

La frase de Pedro Sánchez: "el final del populismo es la Venezuela de Chaves (sic). La pobreza, las cartillas de racionamiento, la falta de democracia y sobre todo la desigualdad". 

Más allá del lapsus (tal vez el subconsciente traicionó al líder del PSOE al hablar de desigualdad y le hizo confundir al ex-presidente de su partido con el mandatario venezolano), al señor Pedro Sánchez habría que decirle que si quiere criticar el populismo y el gobierno de Chávez, hay muchos argumentos para hacerlo, con seriedad, sin llegar a la mentira.

Porque Venezuela tiene muchos problemas, demasiados. Pero si de algo puede presumir en los últimos tiempos, es precisamente de liderar en su continente la lucha contra la desigualdad, y así lo reconoce hasta Naciones UnidasUna materia, por lo demás, en la que España no debería dar lecciones, teniendo en cuenta que se encuentra en el vagón de cola de la eurozona.

Los datos son rotundos. El coeficiente de Gini es uno de los principales indicadores utilizados para medir la desigualdad de ingresos.

Veamos como ha evolucionado en los últimos años en Venezuela (ver fuente aquí):


Y ahora, veamos como ha evolucionado en España (ver fuente aquí):




jueves, 14 de noviembre de 2013

Deporte y política

La selección española de fútbol va a jugar un partido amistoso en Guinea Ecuatorial. La Asociación Pro Derechos Humanos (APDHE) ha enviado una carta a la Federación Española de Fútbol pidiendo la suspensión del partido por los crímenes aberrantes de la dictadura de Teodoro Obiang. Amnistía Internacional aprovecha para denunciar las violaciones de derechos humanos en el país africano.

La polémica es abordada en un programa de deportes de la Cadena Ser. El tono argumental de los "periodistas" viene a girar alrededor de la afirmación de que hay que separar deporte y política. Por si la cosa no fuera suficiente, uno de ellos se atreve a decir que España va a dar alegrías a los oprimidos de Guinea Ecuatorial.

El conductor del programa pregunta al periodista que está siguiendo la concentración de la selección española sobre la opinión de los jugadores al respecto. La respuesta es ilustrativa: "Cuando supieron que era en Guinea, la mayoría no sabía que había una dictadura en Guinea". "No es que no sean sensibles..." añade a continuación. 

No contento con dejar retratado el nivel cultural de los jugadores de la selección, el conductor del programa amplía la calificación a su público: "Probablemente, gran parte de los españoles que sean seguidores del deporte se estén enterando estos días de lo que está pasando en Guinea...". "Eso es, eso es", ratifica su compañero para después de calificar a los futbolistas y a sus seguidores, dar muestras de su propio nivel de conocimientos de política internacional... "Como España que fue a Venezuela...".

Tal vez a este "periodista" le parezca un detalle insignificante que en Guinea Ecuatorial gobierne un dictador que dio un golpe de estado en 1979 y que en Venezuela el presidente constitucional haya llegado al poder en las urnas. O que en Guinea Ecuatorial la tortura sea práctica habitual. Que incluso el ex-embajador de Estados Unidos en ese país, Frank Rubby, calificara a Obiang como "el gobernante más asesino y ladrón del mundo". O que Guinea Ecuatorial tenga un PIB per cápita superior a los 13.000 € mientras tres cuartas partes de su población subsisten con menos de dos dólares al día. Mientras, en Venezuela, la pobreza se redujo del 49,4% al 27,8% en sólo doce años. Detalles insignificantes.

Si ni quieren mezclar el deporte con la política no lo hagan. Pero si lo hacen, al menos infórmense antes de decir tonterías.

martes, 16 de abril de 2013

Democracia, electoralismo y complejidad


Con la victoria –por la mínima– de Nicolás Maduro en las elecciones presidenciales de Venezuela, las castas dominantes españolas (política, empresarial y mediática… ¿realmente tres castas diferentes?) nos vuelven a machacar con el mismo argumento de siempre: que el chavismo en Venezuela haya ganado quince de dieciséis procesos electorales –incluido este post mortem– no es suficiente para calificar el “régimen” venezolano de democrático.

Son los mismos que cuando miran para dentro, frente a las innumerables protestas por la putrefacción del “régimen” español se llenan la boca con la palabra “democracia” con el único argumento de que en este bendito país se puede votar cada cuatro años.
Desde la orilla izquierda (yo soy de los que piensan que siguen existiendo las derechas y las izquierdas, y que no son en absoluto lo mismo; cosa diferente es que algunos se autoproclamen de izquierdas cuando no lo son), mientras se critica –y hay innumerables razones para hacerlo–  la escasísima calidad democrática del “régimen” español porque democracia no es sólo votar cada cuatro años, con demasiada frecuencia se cae en el simplismo de afirmar con rotundidad que en Venezuela impera un sistema democrático como lo acredita, precisamente, la victoria del chavismo en quince de los dieciséis procesos electorales que ha convocado.

Ambas orillas, la derecha y la izquierda, incurren por tanto en errores similares. En primer lugar la falta de coherencia que significa aplicar criterios contrapuestos cuando analizan la situación española y la venezolana. En segundo lugar (la derecha cuando se refiere a España, la izquierda cuando lo hace con Venezuela) recurrir a un concepto binario de la democracia: si o no, blanco o negro, cero o uno. 
Este simplismo no es un problema para la derecha. Su principal estrategia comunicativa consiste en repetir hasta la sociedad mensajes sencillos, lo de menos es que sean ciertos, y lo de más que infundan miedo (como nos decía una y otra vez el maestro Sampedro, esa es su principal herramienta: el miedo).

Apuestan a que una mentira –que genere miedo– repetida miles de veces termina convirtiéndose en verdad… al menos para una parte importante de la población. Véanse varios ejemplos: Chávez era un dictador; los que protestan son radicales antisistema y comunistas (y sí, lamentablemente en este país para mucha gente el comunismo sigue asociado al miedo); los antidesahucios son unos etarras y unos nazis.  

Sin embargo, la izquierda –las izquierdas–, no deberían caer en su trampa. En la trama de buscar mensajes simplistas y reiterarlos una y otra vez. El miedo se puede conseguir a base de repetir mil veces una mentira que infunda miedo. La esperanza, la ilusión, la alegría, requieren de discursos más complejos. Y transformar el mundo pasa necesariamente por ofrecer esperanza, generar ilusión, transmitir alegría. 

Democracia no es simplemente electoralismo. Democracia no es únicamente votar cada cuatro años. Ni en España, ni en Venezuela. Si no hacemos el esfuerzo de elaborar discursos más complejos y apostamos por la pedagogía de transmitirlos de una manera entendible para las mayorías, si no dibujamos lo que significa realmente calidad democrática y nos empeñamos en transmitirlo como algo posible, con esperanza, ilusión y alegría… estaremos empezando a perder la batalla. Y eso no podemos permitírnoslo.

miércoles, 24 de octubre de 2012

Abyayalizar España (y Catalunya)

(Publicada en 'Espai Valencià' el 23 de octubre de 2012. Ver aquí)

El 15M, el 25S, motivos para sentir orgullo.

El ministro de educación del gobierno español, José Ignacio Wert afirmaba hace unos días que el “objetivo del gobierno era españolizar a los alumnos catalanes”. Poco después aclaraba a qué se refería: “españolizar es que un estudiante en Cataluña se sienta tan orgulloso de ser catalán como de ser español”. 

Yo intento encontrar razones, señor Wert, para sentirme orgulloso de ser español. Pero su gobierno no me lo pone fácil. Tampoco me lo pondría fácil, le cuento, el gobierno del señor Artur Mas para sentirme orgulloso de ser catalán.

Tal vez tuviera algún motivo para sentirme orgulloso si su gobierno hubiera incrementado el porcentaje del PIB dedicado al gasto en salud en un veinte por cien, como ha hecho el gobierno de Rafael Correa en Ecuador desde que llegó al poder en 2006. 

O si hubiera logrado mejorar el Índice de Desarrollo Humano en doce puntos, como logró el gobierno de Hugo Chávez en Venezuela en la pasada década, reduciendo el coeficiente de Gini –indicador utilizado para medir la desigualdad– en otros doce puntos (en ese mismo periodo, la desigualdad en España creció dos puntos).

Quizás encontrara motivos si los dos partidos mayoritarios, en lugar de apoyar una reforma constitucional que establece el concepto de “estabilidad presupuestaria” e introduce la prioridad absoluta del pago de una deuda ilegítima, hubieran apoyado un proceso constituyente  como el de Bolivia en el que, entre otras cuestiones, se consagró un estado plurinacional e intercultural, o como el de Ecuador que incorporó por primera vez en la historia los derechos de la naturaleza en un texto constitucional.
Puede que al menos encontrara alguna razón si su gobierno hubiera impulsado un proceso de recuperación de la memoria histórica y hubiera promovido, por ejemplo, la creación en el Valle de los Caídos de un Espacio para la Memoria y los Derechos Humanos, tal y como han hecho en Argentina los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner en la antigua Escuela de Mecánica de la Armada

Ninguno de los mencionados gobiernos de América Latina (o de Abya Yala, como la llaman los indígenas Kuna y como prefieren hacerlo las organizaciones indígenas del continente) me parece perfecto. Es más, no tengo dudas de que el gobierno de Correa no hubiera incrementado el presupuesto de salud o el de Chávez habría reducido la desigualdad sin la presión de las organizaciones sociales. Como no tengo dudas de que el gobierno de Evo Morales ha podido dar los pasos que ha dado gracias a la fortaleza de las organizaciones indígenas que lo apoyan cuando acierta el camino y lo censuran cuando lo equivoca. Sería imposible pensar en los avances logrados en cuestión de memoria en Argentina si no existieran las organizaciones de derechos humanos que han luchado por conseguirlo desde la dictadura.

La fortaleza de las organizaciones sociales en estos países –que ya vivieron hace unas décadas el sufrimiento de la deuda externa odiosa e ilegítima y de los planes de ajuste estructural  que ahora nos está haciendo sufrir en España su gobierno– son claves para la consecución de los logros mencionados. Por eso, tal como hicieron los gobiernos latinoamericanos en aquel contexto, su gobierno apuesta por criminalizar la lucha social. Considerar la resistencia pasiva un atentado a la autoridad o prohibir grabar a la policía son sólo algunos de sus intentos por reprimir lo que saben que es inevitable.

Porque hay otros caminos para construir una sociedad habitable. Los pueblos indígenas de Abya Yala nos ofrecen una propuesta con su concepto del “Buen Vivir” (Sumak Kawsay para los quichuas, Suma Qamaña para los aymaras, Ñande Reko para los guaraníes).  Frente a la concepción occidental del “progreso” centrado en el ser humano, su concepción aboga por el equilibrio, la complementariedad, la vida y la armonía con la naturaleza. Frente al continuo intento de “vivir mejor” occidental, simplemente vivir bien. Y nos ofrecen un camino: organizarnos para conseguirlo.

Si de algo me puedo sentir orgulloso, señor Wert, es de las gentes que salieron a la calle el 15-M, de los jóvenes estudiantes de la llamada primavera valenciana, de las personas que rodearon el Congreso el 25-S, como me siento orgulloso de las personas que en el estado español llevan décadas organizándose para construir un mundo mejor, de las y los indígenas que se levantaron en 1990 en Ecuador para pedir un estado plurinacional, de las y los bolivianos que diez años después se levantaron en Cochabamba para impedir la privatización del agua, de las y los trabajadores sin tierra que desde hace casi tres décadas se organizaron en Brasil para luchar por la tierra o de los H.I.J.O.S, madres y abuelas que en Argentina no han permitido el olvido y la impunidad.