miércoles, 20 de noviembre de 2013

La voz de su amo

Diez horas de avión dan para mucho. Yo me he entretenido en ver con calma las intervenciones de David Fernàndez, diputado en el Parlament de Catalunya por la Candidatura d'Unitat Popular, en la "Comisión de Investigación sobre las posibles responsabilidades derivadas de la actuación y la gestión de las entidades financieras y la posible vulneración de los derechos de los consumidores". También me ha permitido repasar las respuestas que ha recibido en los medios, especialmente tras su intervención en la comparecencia del que fuera vicepresidente del gobierno español, director gerente del Fondo Monetario Internacional y presidente de Bankia, y ahora cobra los servicios prestados sentado cómodamente en el consejo de algunas multinacionales españolas.

Con alguna excepción la respuesta de los medios (y de los representantes políticos) ha sido absolutamente beligerante. Algunos, impresentables, se atrevieron a cuestionar la estética, incluso la higiene, del diputado autonómico. Otros, los menos, defendieron tímidamente sus argumentos, pero cuestionaron las formas calificándolas de impropias de un parlamento. Muchos criticaron tanto las formas como el fondo, defendiendo en algunos casos si era necesario a Rodrigo Rato. 
  
En realidad a estas alturas ya no me sorprende que la mayoría de los opinadores profesionales afirmen sin despeinarse que la intervención del diputado de la CUP denigra las instituciones. Vivo en un país en cuyo Parlamento Autonómico la tercera fuerza política son los imputados del Partido Popular. Esos, los imputados, y sus compañeros de filas no imputados, hasta un total de 45 diputados autonómicos del Partido Popular, pidieron recientemente el indulto para el ex alcalde corrupto de Torrevieja. Y resulta que el que denigra las instituciones es el diputado David Fernàndez.  

Como el diputado David Fernàndez utilizara el simbolismo de la sandalia para comparar metafóricamente el paisaje desolador que dejó la guerra de Irak con el paisaje desolador que ha dejado el expolio bancario en el estado español, responsabilizando al señor Rodrigo Rato de su participación en ambos, han sido también numerosos los opinadores que han salido a la defensa del ex vicepresidente del gobierno afirmando que, precisamente él, se opuso en Consejo de Ministros a la decisión del entonces presidente Jose María Aznar de que España participara en la guerra de Irak. Y yo he buscado y rebuscado en la hemeroteca por si la memoria me traicionaba, pero no he conseguido encontrar ningún titular de la época del estilo "El vicepresidente Rodrigo Rato dimite por su oposición a la decisión del presidente Aznar de que España apoye la guerra de Irak".
  
Frente a este panorama son varias las amistades que, tras el trato recibido por David Fernàndez en los medios, se han indignado profundamente. Yo sin embargo lo he disfrutado con alegría. A estas alturas, cada vez que pienso en tertulianos asiduos a televisiones y radios, cada vez que pienso en los opinadores que inundan de columnas las páginas de la prensa hegemónica, no puedo evitar recordar al simpático perrito Nipper introduciendo su hocico en el gramófono. ¿Recuerdan? "La voz de su amo" era el lema que acompañaba esa imagen icónica de una compañía discográfica británica.





Y si los perros ladran con tanta rabia, debe ser porque sus amos están preocupados por el trabajo parlamentario de la CUP. Las intervenciones de David (y el trabajo de la CUP que las sustenta) están poniendo el dedo en la llaga. Y afortunadamente las nuevas tecnologías están reduciendo las dependencias de los medios de comunicación hegemónicos como fuente de información. Por mucho que las voces de sus amos centren la polémica en el momento simbólico de la sandalia, quien quiera puede ver el vídeo completo de la comparecencia del gánster Rodrigo Rato, de la del cleptómano Narcís Serra, y de la del resto de comparecientes en la Comisión. Y puede escuchar las preguntas que el diputado de la CUP les formuló, y puede escuchar las respuestas (cuando las hubo) y la actitud de los comparecientes. Y pueden formarse una opinión propia sobre quien denigra las instituciones, y quien las dignifica llevando a ellas la voz de la calle. Esa calle que como dijo Fernàndez es nuestra esperanza y será su infierno.

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