jueves, 13 de octubre de 2011

Conversas dominicanas

Mi primera conversación, recién aterrizado en Santo Domingo, fue con el compañero que vino a recogerme al aeropuerto y me acercó al hotel. ¿Cómo anda la cosa en España? me preguntó él. ¿Cómo anda la cosa en Dominicana? le pregunté yo, casi al mismo tiempo. Complicada, nos respondimos ambos.

Sabes, -me explicó- nuestros gobernantes son inteligentes y hay dos recetas que aplican con maestría. Una, la de la impunidad. Otra, la de no invertir en educación. Saben que aplicando esas dos recetas, es bien complicado que la cosa cambie. ¿Impunidad? ¿Recortes en educación? ¿Les suena de algo a las y los lectores del estado español? Recetas universales, pensé.

Hay algo en lo que si hemos mejorado en Dominicana en los últimos años, me dijo finalmente con una mueca que apuntaba a una profunda dosis de ironía. Al menos, se democratizó la impunidad. Antes la impunidad era para los poderosos. Ahora, la impunidad se generalizó a toda la sociedad. Y creo que en eso nos ganan. En mi tierra, de momento, la impunidad es un privilegio fundamentalmente de los poderosos. 

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