miércoles, 28 de septiembre de 2011

La compleja ecuación del déficit

Comencemos con dos preguntas básicas.

Primera pregunta. ¿Han oído ustedes hablar últimamente del déficit presupuestario?
Si la respuesta a esta primera pregunta es no, usted debe ser uno de esos escasos humanos que ha logrado aislarse no sólo de los medios de comunicación (no ve la televisión, no escucha la radio, no lee le prensa, no se entretiene con internet), también de lo que sucede a su alrededor (en las conversaciones familiares, en las charlas de cafetería). Probablemente viva como ermitaño en algún lugar aislado. Tal vez debería felicitarle por ello.

Segunda pregunta. ¿Conocen ustedes el concepto de déficit presupuestario?
Si la respuesta a la primera pregunta fue sí, considero harto complicado que no responda que sí también a esta segunda pregunta. En todo caso, por las dudas, la ecuación es sencilla: Déficit = Ingresos - Gastos. 

¿A qué parece sencillo? Si los gastos superan a los ingresos, hay déficit. Si los ingresos igualan a los gastos, el déficit es cero. Si los ingresos superan a los gastos, no hay déficit, hay lo que se llama superávit. 

Pues lo que parece sencillo no debe serlo tanto. Al menos para las brillantes mentes de los tertulianos radiofónicos. Ni siquiera pretendo entrar en la discusión acerca de las bondades o maldades del déficit presupuestario, eso lo dejamos para otro día. Sólo me gustaría que entendieran un concepto sencillo. De matemáticas básicas, de las que enseñan a los niños en los primeros cursos de la educación obligatoria. 

Si lo que se pretende (y ya digo que no entro hoy en las discusiones sobre si es buen o no que se pretenda) es reducir el déficit, hasta mi hijo de diez años entendería que hay dos maneras de hacerlo. Una, disminuyendo los gastos. La otra, aumentando los ingresos.

Ahora les hago una confesión. Sufro de insomnio. Me cuesta dormir por las noches. Y la única manera de combatirlo que he encontrado es escuchar la radio. Y las tertulias políticas son un buen medicamento adormecedor. 

Otra confesión. Anoche sintonicé hasta cuatro tertulias distintas, en cuatro emisoras diferentes (supuestamente, con líneas editoriales también diferentes). En todas ellas se hablaba de la crisis, y del jodido déficit. Y todos los tertulianos, y tertulianas, sin excepción parecían estar de acuerdo en algo: lo positivo de reducir el déficit. Y todos y todas parecían tener serios problemas para entender lo que parece una sencilla ecuación. Porque todos y todas calificaron como imprescindibles (el único matiz se situaba en el grado de dolor de esa imprescindibilidad) los recortes del gasto público. Ni uno sólo, ni una sóla, mencionó aunque fuera de pasada la posibilidad de aumentar los ingresos. 

Estoy decidido. Este fin de semana le explico a mi hijo (de diez años) la ecuación del déficit. Como la entienda (y esto seguro de que la va a entender), lo voy a proponer como tertuliano radiofónico. Así al menos habrá alguna opinión divergente.

PD: Si estas dificultades para entender una sencilla ecuación se dan ahora, ¿se imaginan ustedes lo que puede pasar dentro de unos años cuando la educación pública se haya ido al carajo? Porque por si los tertulianos y tertulianas no se dieron cuenta, hay otra ecuación todavía más sencilla: Menos gasto público = Educación pública al carajo.


Actualización: Por favor no dejen de leer el informe "La retallada social del Govern espanyol a les tertúlies matinals de TV3, Catalunya Ràdio i RAC1", elaborado por Media.cat hace un año. 

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