martes, 16 de abril de 2013

Democracia, electoralismo y complejidad


Con la victoria –por la mínima– de Nicolás Maduro en las elecciones presidenciales de Venezuela, las castas dominantes españolas (política, empresarial y mediática… ¿realmente tres castas diferentes?) nos vuelven a machacar con el mismo argumento de siempre: que el chavismo en Venezuela haya ganado quince de dieciséis procesos electorales –incluido este post mortem– no es suficiente para calificar el “régimen” venezolano de democrático.

Son los mismos que cuando miran para dentro, frente a las innumerables protestas por la putrefacción del “régimen” español se llenan la boca con la palabra “democracia” con el único argumento de que en este bendito país se puede votar cada cuatro años.
Desde la orilla izquierda (yo soy de los que piensan que siguen existiendo las derechas y las izquierdas, y que no son en absoluto lo mismo; cosa diferente es que algunos se autoproclamen de izquierdas cuando no lo son), mientras se critica –y hay innumerables razones para hacerlo–  la escasísima calidad democrática del “régimen” español porque democracia no es sólo votar cada cuatro años, con demasiada frecuencia se cae en el simplismo de afirmar con rotundidad que en Venezuela impera un sistema democrático como lo acredita, precisamente, la victoria del chavismo en quince de los dieciséis procesos electorales que ha convocado.

Ambas orillas, la derecha y la izquierda, incurren por tanto en errores similares. En primer lugar la falta de coherencia que significa aplicar criterios contrapuestos cuando analizan la situación española y la venezolana. En segundo lugar (la derecha cuando se refiere a España, la izquierda cuando lo hace con Venezuela) recurrir a un concepto binario de la democracia: si o no, blanco o negro, cero o uno. 
Este simplismo no es un problema para la derecha. Su principal estrategia comunicativa consiste en repetir hasta la sociedad mensajes sencillos, lo de menos es que sean ciertos, y lo de más que infundan miedo (como nos decía una y otra vez el maestro Sampedro, esa es su principal herramienta: el miedo).

Apuestan a que una mentira –que genere miedo– repetida miles de veces termina convirtiéndose en verdad… al menos para una parte importante de la población. Véanse varios ejemplos: Chávez era un dictador; los que protestan son radicales antisistema y comunistas (y sí, lamentablemente en este país para mucha gente el comunismo sigue asociado al miedo); los antidesahucios son unos etarras y unos nazis.  

Sin embargo, la izquierda –las izquierdas–, no deberían caer en su trampa. En la trama de buscar mensajes simplistas y reiterarlos una y otra vez. El miedo se puede conseguir a base de repetir mil veces una mentira que infunda miedo. La esperanza, la ilusión, la alegría, requieren de discursos más complejos. Y transformar el mundo pasa necesariamente por ofrecer esperanza, generar ilusión, transmitir alegría. 

Democracia no es simplemente electoralismo. Democracia no es únicamente votar cada cuatro años. Ni en España, ni en Venezuela. Si no hacemos el esfuerzo de elaborar discursos más complejos y apostamos por la pedagogía de transmitirlos de una manera entendible para las mayorías, si no dibujamos lo que significa realmente calidad democrática y nos empeñamos en transmitirlo como algo posible, con esperanza, ilusión y alegría… estaremos empezando a perder la batalla. Y eso no podemos permitírnoslo.

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