viernes, 11 de mayo de 2012

¿Futuro extraño?


(Publicada en L'Informatiu el 10 de mayo de 2012. Ver aquí)

En las elecciones parlamentarias celebradas en Noruega en 2009, el Partido del Progreso se situaba como segunda fuerza más votada, superando el 22% de los votos. Un año antes, el Partido de la Libertad había superado en Austria el 18% en las elecciones generales, y en 2010 alcanzó el 27% en las elecciones provinciales en Viena. Este mismo año, el Partido por la Libertad en Holanda y el Movimiento por una Hungría mejor se situaban alrededor del 17% en las elecciones llevadas a cabo en ambos países. Ya en 2011, el Partido Popular Danés superó en su país el 12% de los sufragios y el partido Verdaderos Finlandeses alcanzó el 19%.

Más recientemente, Marine Le Pen obtuvo para el Frente Nacional cerca del 18% de los votos en la primera vuelta de las presidenciales francesas. Y el pasado fin de semana el partido Amanecer Dorado obtuvo en Grecia un 7% de los votos.

Todas las fuerzas políticas mencionadas comparten un discurso ultranacionalista, xenófobo y autoritario que recuerda preocupantemente a tiempos pasados, pero no tan lejanos, en el continente europeo. Todavía no hace un siglo que movimientos políticos con discursos semejantes dominaron buena parte de Europa.

Surgieron en el periodo de entreguerras, al calor de una crisis económica mundial —la Gran Depresión–, originada en Estados Unidos, y en un contexto de deslegitimación de las fuerzas políticas existentes. Aquel período de la historia desembocó en la Segunda Guerra Mundial. Se estima que perdieron la vida entre 50 y 70 millones de personas.

Concluido el conflicto bélico, surgió el concepto de Estado del bienestar (Welfare State). Las clases dominantes ilustradas asumieron que para evitar de nuevo situaciones como las vividas, valía la pena asumir una mejora en las condiciones de vida de las clases populares. La fortaleza del movimiento obrero y de los sindicatos como su expresión organizada jugó un rol decisivo. Parecía oportuno sacrificar una parte de la plusvalía y destinarla a que las clases populares disfrutaran de servicios sanitarios y educativos, de ciertas garantías laborales y de una red social de protección. No todo era altruismo. También había una buena dosis de egoísmo. Sacrificar parte del beneficio a fin de evitar la violencia social.

Pero como recordaba el profesor Josep Fontana en la excelente conferencia que nos regaló el pasado 3 de mayo en el Paraninfo de la Universitat de València, el romance fue breve, apenas duró tres décadas. A mitad de la década de los setenta llegó la crisis del petróleo, y poco después Ronald Reagan y Margaret Thatcher decretaron el cambio de rumbo de la historia.

Porque –como acertadamente recordó el profesor Fontana– el actual desmantelamiento del Estado del bienestar es únicamente una aceleración, aprovechando la excusa de la crisis, de lo que se viene haciendo en las últimas tres décadas. “El futur és un país estrany” titulaba el profesor Fontana su conferencia. Si miramos atrás, no tengo tan claro que lo que pueda depararnos el futuro, si no somos capaces de reaccionar y aprender de la historia, nos sea tan extraño.

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