lunes, 23 de abril de 2012

Reflexiones de un mafioso

Nike paga veintinueve centavos a un niño por hacer una camiseta de baloncesto; después se da la vuelta y la vende por ciento cuarenta dólares -decía Frank-. ¿Y el delincuente soy yo?

Wal-Mart hace que se agoten las existencias en la mitad de las tiendas familiares del país y en cambio pagan a los chavales que fabrican su mierda barata siete centavos la hora. ¿Y el delincuente soy yo?

Dos millones de empleos se han ido al garete en los dos últimos años; un obrero ya no gana lo suficiente para pagar la entrada de una vivienda y Hacienda nos pega un palo cada vez que vamos al cajero y después envía nuestro dinero a un contratista de defensa que cierra una fábrica, despide a los obreros y se paga a sí mismo una bonificación millonaria. ¿Y el  delincuente soy yo? ¿Es a mí a quién tendrían que condenar a cadena perpetua sin posibilidades de salir en libertad condicional?

Si sumamos a los Crips, los Bloods, las pandillas jamaicanas, la mafia, la mafia rusa y los carteles mexicanos, todos ellos juntos no conseguirían más pasta en un buen año que el Congreso en una tarde mala. Si juntas a todos los gánsters que venden crack en cada uno de los rincones del país, entre todos no generarían tanto dinero mal habido como un senador cualquiera que esté acabando los nueve últimos hoyos con el director general de una compañía.

(...)

¿Sabes por qué el gobierno quiere suspender el crimen organizado? Porque le hacemos la competencia. 

(...) 

Así que el gobierno quiere aplastar el crimen organizado. Es tronchante. ¡Si el crimen organizado es el propio gobierno! La única diferencia entre ellos y nosotros es que ellos son más organizados.


Reflexiones de un mafioso en la novela 
"El invierno de Frankie Machine" de Don Winslow.

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