sábado, 25 de febrero de 2012

¿Shock o electroshock?

(Publicada en L'Informatiu el 23 de febrero de 2012. Ver aquí)

Conviene releer en estos días La Doctrina del Shock, de Naomi Klein. La tesis que defiende es simple. Las políticas neoliberales son nocivas para la mayoría de la población y no son, por tanto, asumibles por una sociedad realmente democrática.

Para imponerlas es necesario un shock que aturda lo suficiente a la población como para poderlas implementar sin resistencia. Uno de los padres de las tesis neoliberales, Milton Friedman, lo afirmaba con claridad: “Sólo una crisis, real o percibida como real, permite un auténtico cambio”.

Siguiendo la doctrina del maestro de Chicago, en los últimos años se han encargado de hacernos percibir una crisis de tal magnitud que debería aturdirnos lo suficiente como para imponernos lo que de otra manera hubiera resultado imposible. Para hacernos aceptar lo que en otras condiciones resultaría inaceptable.

En este sentido resultó esclarecedor un reportaje emitido en el programa El Intermedio en el que buena parte de las personas entrevistadas afirmaban estar dispuestas a renunciar al derecho a la huelga, incluso al derecho al voto, a cambio de tener un trabajo. Sin duda los amos del país vieron aquel programa.

Y sin embargo, a pesar de la contundencia de la crisis impuesta y de sus consecuencias, hay algunos síntomas de que no toda la población está dispuesta a aceptar sin más el “auténtico cambio” que preconizaba Friedman. El movimiento del 15-M fue sin duda uno de esos síntomas. La rebeldía con la que los jóvenes estudiantes valencianos han salido a la calle a protestar contra los recortes en la educación pública es otro, y especialmente interesante por haberse producido en estas tierras.

La respuesta inicial del sistema no ha podido ser más contundente. Si el shock de la crisis no era suficiente, la segunda apuesta ha sido la del electroshock de la porra. No olvidemos que ya hubo algunas dosis de esta medicina contra los indignados del 15-M.

La apuesta de los dueños del país es clara. Dar una vuelta de rosca más (o varias) a un sistema injusto, para profundizar en su injusticia y obtener pingües beneficios a cambio. Y no van a cambar de idea porque unos cuantos miles de personas salgan a la calle. Si la amenaza de perder lo que uno tiene no es suficiente, aplicarán medidas más contundentes.

La feroz represión de estos días contra los estudiantes valencianos no ha sido un error, una reacción desproporcionada. Simplemente ha sido una advertencia al “enemigo”. Mal haríamos en no valorar la advertencia como tal. Frente a ella, lo único inteligente es pensar en la respuesta adecuada. Y frente a la contundencia de la amenaza, la única respuesta inteligente es una respuesta colectiva y organizada.

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