jueves, 24 de noviembre de 2011

Ya voté. ¿Y ahora?

(Publicada en L'Informatiu el 24 de noviembre de 2011. Ver aquí)


Pasaron las elecciones. Voté. Y como en cada ocasión tras un proceso electoral, una vez disponibles los resultados empecé a jugar con la hoja de cálculo para entretenerme. La principal conclusión (para la que no hace falta hoja de cálculo) es que nos vienen cuatro años difíciles. Algunas otras conclusiones también me resultan dolorosas. Que un partido españolista como UPyD haya obtenido más de 145.ooo votos en el País Valenciano y se haya convertido en la cuarta fuerza política en un territorio con una lengua y una cultura minorizadas es desalentador. Por no hablar de los casi 10.000 votos de España 2000. 

Pero los datos en el País Valenciano también arrojan algunas informaciones esperanzadoras. La primera que el Partido Popular haya perdido votos respecto a las elecciones generales de 2008, a pesar de la debacle del PSPV. La segunda, que Esquerra Unida haya vuelto a aportar un diputado, contribuyendo a un importante crecimiento de esta fuerza a nivel estatal. La tercera, que el nacionalismo progresista valenciano haya regresado a las Cortes, de la mano de Compromís, por primera vez desde la Segunda República. En clave estatal, me resulta una excelente noticia que Amaiur haya irrumpido con fuerza en el parlamento, evidenciando una vez más el sesgo inaceptable de anteriores resultados electorales introducido por la ilegalización de la izquierda aberztale. 

En cualquier caso, las elecciones pasaron. Y no voy a ser yo quienes les diga que unas elecciones generales no son importantes. Más, después de estar seis semanas (1, 2, 3, 4, 5, 6) escribiendo sobre ellas y pidiéndoles que voten. Pero ya pasaron. ¿Y ahora qué? Antoni Rubio lo expresaba con claridad en su columna de la semana pasada: “a partir del 21, se ha de seguir haciendo política desde las instituciones, desde los centros sociales, desde los casales de falla, desde la calle o desde una taberna”.

Resulta evidente que en la calle existe un amplio malestar con la actual situación social, política y económica. Igual de evidente que el hecho de que este malestar ha tenido una influencia mínima en los resultados electorales. Cortos de miras son quienes pensaban que podía ser de otra manera. Los procesos sociales (como el movimiento 15M) son lentos, y el principal error que podrían cometer es el de intentar inducir objetivos electorales a corto plazo. 

Pero cortos de miras serían también los partidos políticos de izquierda si continuaran, como han hecho en las últimas décadas, haciendo dejación de su función pedagógica. Una función pedagógica que no pasa por los medios de comunicación y desinformación sino por el trabajo de base. Como bien dice Antoni, en los centros sociales, en los casales de falla, en la calle, en la taberna. Y para empezar, no estaría de más que asumieran esa responsabilidad con sus propias bases, movidas más por estereotipos ideológicos que por unas capacidades adecuadas que les permitan realizar análisis críticos de la situación, y mucho menos planificar, ejecutar y evaluar políticas públicas en aquellas instituciones en las que gobiernan.

Por que sin duda, los tiempos que se avecinan son difíciles. Y los que gobiernan apostarán por que las dificultades las paguen los de siempre (como muestra, esta noticia que me hace llegar una buena amiga: los recortes presupuestarios en la educación universitaria valenciana, los pagarán los migrantes que quieran estudiar). Pero también hay ingredientes para la esperanza. Ingredientes que habrá que condimentar con un buen trabajo de base. Como les decía la semana pasada, mirando abajo a la izquierda. Y sin prisa. Los buenos pucheros se cocinan a fuego lento. 

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