jueves, 10 de noviembre de 2011

Lo que me gustaría votar (V) Feminismo



(Publicada en L'Informatiu el 10 de noviembre de 2011. Ver aquí)


Vivimos en un mundo profundamente desigual. Los factores de exclusión y discriminación son múltiples. El color de la piel, el lugar en que naces, los gustos en la cama (si es que te gusta hacerlo en la cama), el aspecto que luces, los dígitos de tu cuenta corriente (si acaso tienes cuenta corriente), los dioses en los que crees (si te da por creer en alguno). Estar excluido o excluida es en sí mismo un factor de exclusión. Pero si hay un factor de exclusión por excelencia, es el hecho de ser mujer.

El riesgo de exclusión es mayor para una negra que para un negro. Mayor para una migrante que para un migrante. Mayor para una lesbiana que para un gay. Mayor para una pobre que para un pobre. Y es así en cualquier lugar del mundo, en cualquier cultura.

Aunque no hace falta irse demasiado lejos para comprobarlo. En España, el riesgo de ser pobre es mayor para las mujeres que para los hombres, y la tasa de desempleo es mayor para ellas que para ellos, aunque más del 60% de los estudiantes que obtuvieron su título universitario en 2010 eran mujeres. A pesar de que son más las mujeres que estudian en la universidad y las que concluyen sus estudios, apenas dos de cada diez catedráticos de universidad son mujeres y una de cada diez personas distinguidas con un doctorado honoris causa es una mujer.

Seiscientas cuarenta y ocho mujeres han sido asesinadas por su pareja o expareja en los últimos diez años, y cada año se cometen más de seis mil quinientos delitos de abuso, acoso y agresión sexual. Una de cada diez mujeres es maltratada cada año.

Ellas son las que renuncian a su desarrollo profesional para cuidar de la familia. En el año 2010, el 95% de las excedencias solicitadas para el cuidado de los hijos e hijas y el 85% de las solicitadas para el cuidado de personas dependientes lo fueron por mujeres.

Son sólo algunas de las circunstancias que viven las mujeres en el sistema en el que vivimos. Un sistema diseñado e implementado fundamentalmente por hombres. Los cinco presidentes de gobierno en la España democrática fueron hombres, y el sexto también lo será. Hombres son alrededor del 85% de los alcaldes de los más de 8.000 municipios de España, y el 65% de los concejales. Hombres son también el presidente del Tribunal Supremo y alrededor del 90% de los magistrados de este tribunal. Hombres son los directores de los principales medios de comunicación, los presidentes de los principales bancos, los presidentes de las empresas del IBEX 35 y más del 80% de sus consejeros.

Y sin embargo, en el país en el que suceden todas estas cosas, es habitual conversar con mujeres jóvenes universitarias (ni hablar de los hombres) que piensan que el feminismo es algo innecesario, propio de otros tiempos. Un país en el que la jerarquía de la iglesia católica e importantes sectores de la derecha política y mediática califican a quienes denuncian esta situación y trabajan por erradicarla como impulsoras de una ideología de género que atenta contra la familia y las bases morales de la sociedad, cuando no utilizan directamente los insultos y las amenazas.

Ese otro mundo necesario en el que muchas y muchos creemos no será posible mientras persista esta profunda desigualdad. Y digo más. Ese otro mundo necesario no será posible mientras no sean las mujeres las que ocupen la mayoría de los puestos de poder.

Y como les vengo repitiendo en estas semanas, no pienso sugerirles a quien votar. Pero háganlo. Voten. Y voten a una opción feminista.

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