jueves, 29 de septiembre de 2011

Independencia de poderes

(Publicada en L'Informatiu el 29 de septiembre de 2011. Ver aquí)


Hace unos días Nuria Romeral, ex secretaria autonómica de comunicación y ex jefa de prensa del ex presidente de la Generalitat Francisco Camps, fue nombrada directora de Radio Nou, la emisora pública valenciana.

Hace unos meses era Lola Johnson la que pasaba de la dirección de Canal Nou, la cadena de televisión pública autonómica, a asumir la Consellería de cultura y la portavocía del gobierno valenciano.

No hace falta tirar de hemeroteca, basta la memoria, para recordar casos de lo que en Estados Unidos llaman “puertas giratorias” entre el mundo de la política y el de los medios de comunicación. Otro inolvidable, un poco más lejos de estas tierras, fue el de Felix Monteira, que en enero de 2009 dejó el diario El País para dirigir el diario Público donde duró poco más de un año para saltar en marzo de 2010 a la Secretaría de Estado de comunicación.

Tampoco hace falta demasiada memoria para recordar los innumerables casos de “puertas giratorias” entre el mundo de la política y el de las grandes empresas. Dos ex presidentes de la Generalitat, Eduarzo Zaplana y José Luis Olivas terminaron en puestos directivos de Telefónica y Bancaja respectivamente. El ex presidente del gobierno Felipez González fue fichado hace unos meses por Gas Natural. De otro ex presidente, José María Aznar, no hago la lista porque terminaría con ella la columna. 

Los hubo que pasaron del ministerio a empresa, como el ex ministro de economía Pedro Solbes que se incorporó como consejero de la eléctrica italiana Enel (la que se quedó con Endesa, ¿recuerdan?) y del banco británico Barclays, o cómo el ex ministro de economía Rodrigo Rato que tras pasar por la dirección del Fondo Monetario Internacional recaló en la presidencia de Bankia. También los hubo que recorrieron el camino inverso, como Miguel Sebastián que llegó al Ministerio de Industria tras unos años al frente del servicio de estudios del BBVA. 

Es interesante, como escribíamos hace un par de semanas, dar un vistazo a las declaraciones de bienes y rentas de nuestros legisladores. Es ingente la cantidad de ellos y ellas que declaran poseer acciones en empresas cotizadas en bolsa (aunque no demasiados se animen a informar en qué empresas) o inversiones en planes de pensiones. Curiosamente, entre los que informan, las inversiones más deseadas son en empresas financieras (BBVA y Santander ocupan los primeros puestos), energéticas (Repsol, Iberdrola y Endesa son las preferidas entre nuestros y nuestras ‘representantes’) y de telecomunicaciones (Telefónica copa el sector). Sectores, todos ellos, que en algún momento tuvieron una importante presencia del sector público para luego ser privatizadas, y cuyos intereses pueden verse importantemente condicionados por la acción legislativa. También, como no, los hay que optan por invertir sus ahorros en grupos empresariales de comunicación.

Visto lo visto, resulta indignante que nuestros y nuestras ‘representantes’ hablen entonces de ‘los mercados’ como si fueran agentes externos en los que ellos y ellas no tienen ningún interés. Actores decisivos de esos ‘mercados’ son las empresas a las que ellos y ellas confían sus ahorros y, por tanto, sus intereses. Actores decisivos de esos  ‘mercados’ son las empresas que los contratan con sueldos millonarios cuando se jubilan de la acción política, o de las que proceden antes de incorporarse a la misma. 

Y ¿qué decir de los grupos empresariales de comunicación (y desinformación)?. Grupos empresariales que, al igual que los del sector financiero, energético o de las telecomunicaciones, se rigen en función de maximizar sus beneficios. Grupos empresariales que se financian, en buena medida, con la publicidad institucional de los gobiernos a los que deberían controlar y de las empresas en las que nuestros ‘representantes’ depositan sus ahorros. 

Si la separación de la que escribía Montesquieu hace casi tres siglos sobre los tres poderes clásicos, legislativo, ejecutivo y judicial (de éste tocará escribir pronto en otra columna) es hoy en día casi una broma, la de los dos primeros con el que Edmund Burke calificó de cuarto poder, los medios de comunicación, es un chiste de mal gusto. Y la de éstos con el que deberíamos denominar poder cero, el de los grupos empresariales y financieros, es directamente un descojono.

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